domingo, 2 de junio de 2013

Gobierno en las Ciudades Libres

Aunque lo ideal sería que las Ciudades Libres fueran totalmente independientes, a la manera de Singapur, hoy en día no queda ni una mísera roca sin reclamar por algún país. Así, solo nos queda confiar en que una revolución liberal armada sobreviva y triunfe en algún sitio (risas) o, siendo más realistas, convencer a algún estado para que ceda un pedazo de tierra deshabitada con la promesa de desarrollo económico para el país.

THE STORM



Algo así es lo que se está intentando dar en Honduras, aunque por ahora con escaso éxito. La idea no es nueva, así fue con Hong Kong, integrada en China pero completamente autónoma, lo que los comunistas chinos llamaban un país, dos sistemas. No solo Hong Kong logró un desarrollo económico sin precedentes, pasando en pocas décadas del culo de Asia a la vanguardia del mundo desarrollado, sino que abrió los ojos a los dirigentes chinos, transformando el resto del país y arrastrando fuera de la pobreza a más de mil millones de personas (están en ello).

Vale, esa es la idea pero, ¿cómo se organiza una Ciudad Libre?

Para empezar estaría integrada dentro de un estado más grande. Los servicios de defensa y relaciones exteriores quedarían en su mayor parte en manos del estado huésped, quizá cobrando un canon en concepto de gastos. Aunque puede no hacer falta: la cantidad de riqueza generada por una Ciudad Libre impulsaría al resto de la economía en un país pequeño.

En un principio los derechos de explotación del suelo, siendo un terreno deshabitado, estaría en manos de un gestor político, probablemente impuesto desde el estado huésped, o una empresa privada. Podría incluso ser gestionado por un país extranjero, como propone Paul Romer, que se asegurara de darle continuidad a la ciudad.

Haría falta una constitución que estableciera exactamente las competencias y los límites del gobierno. Probablemente serían infraestructuras, seguridad y legislación civil. La penal quedaría en manos, normalmente, del estado huésped o protector, aunque podría ser competencia de la ciudad. También cabe la posibilidad de aplicar un código legal extranjero (en la zona especial de Abu Dabi utilizan la comon law inglesa) o que el tribunal máximo de apelación no estuviera en la ciudad (en Mauricio responden en última instancia al tribunal supremo del Reino Unido).

SLEEPY TOWN

Que sea una democracia o una dictadura es irrelevante: si se hacen las cosas mal, la gente vota con los pies y se va a otra parte.

Gonzalo Melián propone algunas ideas en este vídeo sobre posibles planteamientos de organización de libre mercado. La ciudad podría ser una empresa en sí misma, propietaria de la tierra, que establecería sus propias normas y alquilaría (a periodos prolongados, tipo 99 años) o vendería los terrenos. La ciudad cotizaría en bolsa, por lo que habría mucho incentivo para el crecimiento económico, es decir, para que los gestores hicieran las cosas bien. Los servicios podría proveerlos la misma empresa o contratar a otras empresas, o dejar a los propietarios que decidieran ellos mismos qué servicios contratar. Las acciones podrían ir ligadas a la venta o alquiler de terrenos, de forma que todos los propietarios serían accionistas y tendrían voz y voto en la gestión de la ciudad.

No sería necesario una constitución. La empresa tendría sus propias normas y podría contratar empresas de justicia o tribunales extranjeros para arbitrar los contratos. La planificación sería más o menos difícil dependiendo de si la empresa gestora alquilara el suelo o se desligara de él vendiéndolo, y en los contratos de alquiler/venta vendría estipulada la indemnización.

Otra opción es la privatización total. La empresa gestora solo se hace cargo de las tierras al principio, pero se desvincula totalmente de ellas al venderlas, dando la posibilidad a que aparezcan barrios privados dentro de la propia Ciudad Libre, cada uno con sus normas, o federados.

SHINE, ON ICC

Habrá muchas más formas de gestión, probablemente mejores, pero para descubrirlas hará falta que haya no una ciudad libre, sino cientos o miles que compitan entre ellas. Las mejor gobernadas, las que tengan las mejores normas, atraerán a los consumidores. Las que no funcionen fracasarán. Y no habrá nada de malo en ello. Tampoco está claro qué significaría mejor o peor: algunas personas querrían vivir en ciudades ecológicas, otros en rascacielos, otros en casitas, otros querrían una gestión comunista.

Es la bueno de la democracia del mercado: hay de todo, uno elige exactamente lo que quiere, cuando lo necesita, y si se equivoca no tiene que esperar cuatro años hasta la siguiente elección.

P.d: voy a aprovechar a partir de ahora para ir metiendo imágenes en cada entrada para que no me queden tan sosas. Y porque me encantan las ciudades.

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